*La peluquería El Divino Rostro, fundada en 1956 por El Güero Darío, sigue en pie como un museo viviente en el Centro Histórico de la Ciudad de Xalapa, donde Bogar Darío Barrientos Lozano sigue los pasos de su padre
Gisela Uscanga
Xalapa, Ver.- Unos sillones peluqueros con sesenta años de antigüedad, que asemejan butacas de un teatro antiquísimo, enmarcan un sitio con aroma a historia, a la historia de la gente y de una ciudad misma.
El grueso hierro con que fueron forjadas las sillas de peluquero, de marcas míticas como Puebla, Colombiana y Wall, parecen piezas de un museo, un museo viviente en el bullicioso centro de la ciudad de Xalapa.
Un cilindro tricolor, símbolo asociado a las peluquerías que se remonta al medievo, aparece estampado en los cristales de un añejo local comercial ubicado en las calles Clavijero y Altamirano, llamada El Divino Rostro.
Ahí, cada día del año, Bogar Darío Barrientos Lozano, un hombre de 46 años, sigue los pasos y mantiene la estirpe que le heredó su padre Darío Barrientos Huesca, mejor conocido como El Güero Darío: ser peluquero.
Desde hace 28 años dedica su vida al oficio en una peluquería que su papá inició en 1956, en el corazón de la capital. Desde niño, Darío acompañó a su padre y escuchó siempre atento todos los consejos que le daba.
Don Darío tenía un lema: las cosas se hacen bien o no se hace nada. “Fue muy exigente, duro en su forma de enseñar”, recordó a aquel hombre que le dio la vida, que corto el pelo a gobernadores, diputados, senadores y a gente del pueblo.
En su memoria aparece Ignacio Gonzáles Rebolledo, ex alcalde de Xalapa, diputado, ex procurador, Dionisio Pérez Jácome, ex procurador del entonces Distrito Federal, secretario de Trabajo, diputado y senador, entre otros muchos.
Su peluquería clásica, aún sobrevive en un mundo donde la moda es ir a los Barber Schop, donde la tijera y la navaja afiladas con piedra, compiten contra rasuradoras eléctricas.
En el transcurso del tiempo lo que más ha disfrutado del oficio, es tratar con los clientes, conocer gente, desde la más humilde hasta el más adinerado, desde niños, estudiantes, hasta profesionistas, empresarios y políticos.
Pero el tiempo avanza y con ello las tendencias y los gustos. Ahora la moda son las Barber Shop, el instrumento principal es la rasuradora eléctrica y cortes rapados, con nombres en inglés.
Darío ha tenido que modernizarse con algunos de sus utensilios, pero mantiene vivos las tijeras y los cortes clásicos: casquete corto o largo o corte estudiantil. Tampoco dejó en el baúl de los recuerdos el cuero colgado de la silla que asienta el filo de la navaja y la tijera, a las que se les sacaba filo con una piedra.
“Mucha gente busca la peluquería clásica, a varios no les gusta el corte con máquinas”, afirma el peluquero que resguarda como un tesoro una navaja de más de 40 años de existencia, una de las primeras que uso su padre y maestro.
Siente orgullo por mantener el negocio; con días buenos y días malos, dice, pero agradecido por desempeñar un trabajo digno.
“No sé si lo voy a heredar, pues a mis hijos no les llama tanto la atención, solo el tiempo hablará”, pero mientras eso sucede, “sigo disfrutando los cortes que hago. Mi papá me decía: que a ti te guste el corte para el corte le guste al cliente y así los dos quedan a gusto.